
Quizas Buenos Aires no era exactamente lo que yo esperaba, lo que no significa que me haya decepcionado ni nada por el estilo. Desde el comienzo del viaje me pasaron cosas, incluso en el avión. Justo delante de nosotras iba sentado un señor con sus dos hijos (como de doce y quince años) Que nos hincharon todo el santo viaje, que se paraban, que se sentaban, que echaban el asiento para atrás, que mejor lo dejaban como estaba, no que mejor inbclinado. Hasta el papá hinchaba. Menos mal que el viaje duraba sólo una hora y media, habría sido incapaz de aguantarlos más rato. Por otro lado estaba el sobrecargo (argentino y rico). Iba yo muy mateamente leyendo y cada vez que él pasaba me quedaba mirando. Yo no sabía si estaba interesado en el libro o es que el ángulo le favorecía, hasta que en un momento se detuvo y me preguntó si mi libro era una novela o la biografía de Akenaton. Fue freak empezar a hablar del libro. Por lo menos la conversacion con el sobrecargo compensó el weveo que tenía la gente que estaba sentada delante.