Las Vacas (I)

Quizas Buenos Aires no era exactamente lo que yo esperaba, lo que no significa que me haya decepcionado ni nada por el estilo. Desde el comienzo del viaje me pasaron cosas, incluso en el avión. Justo delante de nosotras iba sentado un señor con sus dos hijos (como de doce y quince años) Que nos hincharon todo el santo viaje, que se paraban, que se sentaban, que echaban el asiento para atrás, que mejor lo dejaban como estaba, no que mejor inbclinado. Hasta el papá hinchaba. Menos mal que el viaje duraba sólo una hora y media, habría sido incapaz de aguantarlos más rato. Por otro lado estaba el sobrecargo (argentino y rico). Iba yo muy mateamente leyendo y cada vez que él pasaba me quedaba mirando. Yo no sabía si estaba interesado en el libro o es que el ángulo le favorecía, hasta que en un momento se detuvo y me preguntó si mi libro era una novela o la biografía de Akenaton. Fue freak empezar a hablar del libro. Por lo menos la conversacion con el sobrecargo compensó el weveo que tenía la gente que estaba sentada delante.
Al bajarme del avión me llevé la primera gran impresión. Llegamos como a las diez de la noche y el calor y la humedad eran insoportables, además que el aire en Bs As tiene un olor muy especial (a humedad por supuesto). Caminamos como una cuadra para llegar a donde estaba el taxi que nos iba a llevar al departamento. Juro que a la mitad del camino yo ya me quería devolver a Santiago.
El departamento que arrendamos en Recoleta era increíblemente cómodo y con aire acondicionado (yeah!) habríamos muerto de otro modo. Pensamos que al dia siguiente el clima estaría mejor (ja!) pero esa humedad asquerosa seguía. Después de un par de días uno se acostumbra un poco, pero perdí todo el estilo. Mi pelo y la humedad de Buenos Aires no son amigos.
Los primeros días fueron algo lentos principalmente porque andaba con mi mamá y la señora se cansa rápido y hay que hacer pausas y eso. Pero ya como al tercer o cuarto día me junté con la gente de arme y anduve más por mi cuenta. Tengo que destacar a Fede por su paciencia e ir a buscarme y a dejar, aun cuando yo le dije que podia hacerlo sola, y más encima no dejarme pagar nada, ni subte ni tren ni nada. Pero mi encuentro con Bogdán fue épico. Nos conocemos virtualmente hace como dos años. El es un miembro honorario de mi grupo de recreación y el encuentro fue casi como esas reuniones que hacía don Francisco, nos faltó la pura música de fondo.
Comimos como chancho, creo que el famoso bife ya me salía por las orejas, pero no puedes ir a Argentina y no comerte un buen bife de chorizo. Encontramos un restaurante cerca del obelisco, Amparo se llama. No es ni muy elegante ni una picá, es un restaurant familiar y Sandra la niña que atiende es un amor, recomiendo el local 100%.
Otra gran ayuda fueron
los encargados de un edificio que estaba a la vuelta de la esquina, que siempre me recomendaban dónde ir y me cambiaban sencillo para los colectivos. Es impresionante la falta de monedas para pagar la micro. Ni en el banco te cambian mas de $10 ($1.500 pesos). así que siempre andabamos juntando las chauchas.
Como al quinto dia de estar en Bs As me junté con un tipo de otro grupo de recreación. Me fue a buscar al departamento y me invitó a tomar helado. Yo sabía que cerca del dpto había una heladeria muy rica, pero él insistió en que hacia el otro lado había otra.
Caminamos, caminamos, caminamos, y caminamos y ni rastros de la dichosa heladería, y yo que confiaba en el porque si el era de allá debia saber más que yo. Al final nos compramos un helado cualquiera en un negocio. Y nos sentamos en un parque a conversar de la vida y a tomarnos el helado.
Se hizo de noche y nosotros seguíamos en el parque aquel y una cosa llevó a la otra y hubo unos besos locos de por medio (bueno, no podía ir a Argentina y no probar el producto nacional, cierto?) hasta que me di cuenta que en una banca, veinte metros mas allá, había un viejo que se daba vuelta a mirarnos, me tenía enferma. Le dije a Leandro, y cada vez que se voleaba a mirar, el viejo se daba vuelta rápidamente. Ya choreada yo, le pegué un grito al viejo y le pregunté si tenía algún problema, me dijo que "nooo, que ninguno" y se paró y se fue (Rayos debería de haberle cobrado por el show).
El último dia de mi mamá y mi hermana en Buenos Aires lo aprovechamos mil, paseamos tooodo el día y en la noche nos fuimos a alcoholizar por ahí.
Temprano por la mañana tomamos desayuno empacamos las maletas y las fui a dejar a Ezeiza y ahí comenzó la verdadera diversión.


Moro.-

No se pierda la proxima semana la segunda parte de esta historia, a la misma hora y por el mismo blog.



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